El liquidámbar, género de árboles muy abundante durante la
era Terciaria, hoy queda reducido a zonas templadas donde se ha convertido en
un árbol ornamental que crea hermosos paisajes otoñales.
La resina de estos árboles, drenada durante la prehistoria,
quedó enterrada bajo tierra, endureciéndose con el tiempo y convirtiéndose en
gemas de origen vegetal.
El color más habitual del ámbar suele variar entre el
amarillo, naranja y marrón, pero también puede presentar tonos rojos, azules,
verdes o incluso negros, dependiendo del árbol que produjese la resina, la
presencia de ciertos minerales o la oxidación de sustancias orgánicas.
Dependiendo de las burbujas que contenga en su interior, que
determinarán su mayor o menor transparencia, el ámbar puede clasificarse en
transparente o nuboso.
A lo largo de la historia el ámbar ha sido utilizado de múltiples
formas, como piedra preciosa en joyería, como ofrenda ceremonial, como amuleto,
para fines terapéuticos. Por no hablar de la información que nos ha
proporcionado gracias a los vegetales y pequeños animales o insectos que
quedaron atrapados en su interior durante su estado resinoso.
El ámbar arde con mucha facilidad emitiendo un olor
penetrante y muy agradable.
Sus cualidades mágicas ayudan a equilibrar las energías,
sustituyendo las negativas por positivas; aporta prosperidad; potencia el amor;
mejora la convivencia y las situaciones en general proporcionando serenidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario