sábado, 8 de diciembre de 2012

Ambar, una resina con historia



El liquidámbar, género de árboles muy abundante durante la era Terciaria, hoy queda reducido a zonas templadas donde se ha convertido en un árbol ornamental que crea hermosos paisajes otoñales.




La resina de estos árboles, drenada durante la prehistoria, quedó enterrada bajo tierra, endureciéndose con el tiempo y convirtiéndose en gemas de origen vegetal.

El color más habitual del ámbar suele variar entre el amarillo, naranja y marrón, pero también puede presentar tonos rojos, azules, verdes o incluso negros, dependiendo del árbol que produjese la resina, la presencia de ciertos minerales o la oxidación de sustancias orgánicas.




Dependiendo de las burbujas que contenga en su interior, que determinarán su mayor o menor transparencia, el ámbar puede clasificarse en transparente o nuboso.

A lo largo de la historia el ámbar ha sido utilizado de múltiples formas, como piedra preciosa en joyería, como ofrenda ceremonial, como amuleto, para fines terapéuticos. Por no hablar de la información que nos ha proporcionado gracias a los vegetales y pequeños animales o insectos que quedaron atrapados en su interior durante su estado resinoso.




El ámbar arde con mucha facilidad emitiendo un olor penetrante y muy agradable.

Sus cualidades mágicas ayudan a equilibrar las energías, sustituyendo las negativas por positivas; aporta prosperidad; potencia el amor; mejora la convivencia y las situaciones en general proporcionando serenidad.




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